Con objeto de reducir el impacto del efecto invernadero, que aumentan la temperatura global del planeta y ponen en riesgo su futuro, la apuesta por las energías renovables se ha multiplicado.
Se conocen como energías renovables aquellas que se regeneran de forma natural y que son virtualmente inagotables. La energía hidráulica, la solar, la energía eólica o la energía marina son algunas de las principales.
Este tipo de energías cuentan con grandes ventajas frente a las energías fósiles o la energía nuclear. Por un lado está su variedad, que permite obtener energía de fuentes muy diversas, como el mar, el sol, el aire o los ríos, por lo que no hay una dependencia significativa de ninguna de las fuentes.
Su capacidad de ser virtualmente ilimitadas es otra gran ventaja. Las reservas de petróleo son limitadas, y antes o después la dependencia energética de estas fuentes hubiese supuesto un grave problema cuando comenzasen a escasear, algo que con las renovables no ocurrirá.
Tampoco presentan riesgos importantes. Mientras la energía nuclear ocasiona problemas para el almacenamiento de resíduos y supone un desafío constante en materia de seguridad, las energías renovables no constituyen amenaza alguna.
Y por último, aunque no menos importante, son limpias. No generan emisiones, con lo cual ayudan a solucionar el problema del calentamiento global
Acuerdo de París
En el marco de las Naciones Unidas se firmó en 2015 el llamado Acuerdo de París, que entrará en vigor en el 2020 cuando deje de estar vigente el Protocolo de Kioto. Este acuerdo tiene como fin establecer medidas concretas para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, y está apoyado por 193 estados de todo el mundo más la Unión Europea y Palestina.
Sin embargo, el pasado 1 de Junio Donald Trump anunciaba que Estados Unidos dejaba de suscribir tal acuerdo, lo que supone un riesgo importante para el futuro del planeta, teniendo en cuenta que este país produce el 15% de las emisiones de CO2 a nivel global.
Con un planteamiento puramente localista, y apoyado más en intereses electorales que en ningún otro criterio, Trump daba un golpe muy duro a la política medioambiental que ha venido desarrollándose en los últimos años en todo el mundo, y abría un gran número de interrogantes acerca del futuro ante un problema que nos afecta a todos.